80. Ni de aquí, ni de allá.
Nunca soy suficientemente inglesa o española. La vuelta después de una semana en UK.
Es una sensación extraña la de no pertenecer ni a Inglaterra ni a España del todo. En teoría soy más británica que española porque lo dice un documento físico llamado pasaporte. Cuando las personas me preguntan “¿de dónde eres?” mi respuesta siempre es muy larga y enrevesada porque nadie entiende que me siento española a pesar de que mi nacionalidad sea la de otro país.
Es una sensación extraña la de haber nacido en un país que casi no conoces. Inglaterra para mi son tres ciudades, Londres, la ciudad donde nací yo y la ciudad en la que nació mi madre. No conozco otras partes del país. No sé localizar muchos sitios en el mapa, hay muchos acentos que no entiendo, hay muchas tradiciones que desconozco, la situación política de Inglaterra me tiene perdida. Realmente conozco muy pocas cosas de mi país natal. Si ahora hablamos de España, he visitado casi todas las comunidades autónomas, sé localizar las ciudades en el mapa, conozco qué acento pertenece a qué tierra, conozco las tradiciones y también las he vivido. Pero nunca como una española. Siempre he sido una inglesa que no ha entendido del todo qué está ocurriendo y he tenido que preguntar para saber. No he tenido una familia que me pase las ferias, las fiestas de pueblo, las tardes de playa con los tupper y las broncas en español como herencia. Lo he tenido que observar en las casas de mis amigas desde primaria. He tenido que hacer preguntas que eran de risa y he aprendido mucho de la tele.
Se podría decir que siempre me he sentido un poco alienígena en Inglaterra y también en España. He pasado la Semana Santa visitando a familia en mi país natal y no siento que eso me pertenezca. Es un mundo totalmente diferente a lo que estoy acostumbrada, pero se supone que es lo que tengo que llevar en la sangre. Mi abuelo paterno lleva preguntándome si pienso en inglés o en español desde el 2005. Mi abuela materna me preguntó si sentía más frío al haber estado tantos años en España acostumbrada al sol. Mis tías me preguntaron si me he acostumbrado ya a vivir en España (vine en 2005 y estamos en 2023) o si quiero volver a “mi país” en algún momento. Las cenas a las siete de la tarde, los almuerzos que son sándwiches y los domingos que son Sunday roast no forman parte de mi vida, pero tampoco pueden desaparecer del todo por mi pasaporte y por mi familia. Es como si estas cosas siempre van a estar atadas a mí las entienda o no, las quiera o no. De un Sunday roast no me voy a quejar nunca, pero no porque sea la-cena-de-los-domingos, sino porque me gusta la carne, el gravy y las verduras; es así de sencillo.
Es una sensación extraña hablar un español tan perfecto y un inglés tan perfecto, con un acento nativo en ambos idiomas y aún así no saber fluir cómodamente el 100% de las veces si tu cerebro no está de tu lado. Si he estado toda la noche soñando en español, he hablado al despertarme por teléfono con mi novio en español y luego se inicia una conversación con mis abuelos en inglés, hablo a trompicones y el vocabulario que lleva años en cajones sin usar no sale así de la nada. Me frustro porque siento que no sé hablar como sé que sé y no mejora cuando me exponen “que hay muchas palabras que no conozco porque estudié en un colegio español”. Sí las sé, pero tengo todo el disco duro duplicado y necesito unos segundos para encontrar la carpeta que se creó hace cuatro años y se ha perdido en la pestaña de “descargas” con miles de palabras desordenadas. Sé hablar, pero dame tiempo.
Ya lo dije en el POMELO 31. - Soy un sándwich mixto y hay veces que me apetece más el jamón y hay días que me atrae más el queso, pero los dos forman parte de mí. Siempre lo harán.
No pertenecer del todo a ningún lugar es frustrante a veces, nunca soy suficientemente inglesa y nunca soy suficientemente española cuando realmente dentro de mí misma tengo las prioridades muy claras. Sé qué país es mi hogar y sé cuál no, pero eso no se acepta por lo que se ve si tu pasaporte muestra lo contrario. Cuando volvía de UK y tenía que hacer la cola para el control de pasaporte en el aeropuerto, mi primer instinto fue “estoy en casa, cola de la izquierda” pero luego resulta que no, que estoy en casa pero mi pasaporte no me permite ir por la cola de la izquierda. Y no solo tengo que enseñar el pasaporte británico sino que tengo que entregar mi tarjeta de permiso de residencia gracias al maravilloso Brexit de mis “compatriotas” porque sino me sellan la entrada cuando yo soy una excepción y no me la tienen que sellar. Nunca soy ni de aquí, ni de allá. Siempre hay un “pero…”
No quiero deshacerme de mis raíces ni quiero tirar mi lado británico por la borda porque ha formado parte de mi vida durante muchos años y ha tenido una gran influencia en quién soy a día de hoy, pero me gustaría que las personas dejasen de verme como una cosa o la otra. Puedo y quiero ser las dos. Tengo anécdotas graciosas gracias a ser un sándwich mixto y son cosas que quizás nadie más entienda, pero son lo que me han hecho sentir España como mi hogar. Yo no tuve unos padres que me diesen las cosas españolas sí o sí, tuve que pedirlo para poder entender. Yo no entendía porque los niños en clase se quejaban de los niños que traían bollos de chorizo hasta que lo probé y entendí que eso apesta. Yo no pude probar el chorizo hasta que no llegué a casa un día y le dije a mi madre “mum, quiero que compres una cosas que es como el jamón pero no es jamón porque es rojo y tiene manchas blancas y no son lonchas normales de jamón porque son redondas y huele muy mal para mi sándwich para el cole”. O “mum, a los niños de mi clase sus mamás les ponen trozos de una tableta de chocolate dentro de un pan de baguette sin la miga, y eso se comen”. Mi madre y yo estábamos fascinadas. Hasta que no me fui de vacaciones en navidades con la familia de mi novio hace cuatro años a Portugal no había tocado ni comido jamón de una pata de jamón, eso siempre había sido una atrocidad. Una pata de un cerdo colgando medio podrido en el Carrefour que apestaba la zona de la carne entera. Recuerdo jugar con mi hermano a ver quién era capaz de aguantar la respiración más tiempo, el perdedor tendría que inhalar el olor podrido de las patas amarillas y negras del jamón. A día de hoy las patas no tienen olor y encima saben a gloria.
Las cosas cambian, no aprendí lo que eran los calamares con alioli en la feria entre primos, tías y abuelos en una mesa de dos metros, pero sí lo aprendí con mi mejor amiga en aquel entonces, Lucía, y sus padres porque me invitaron a cenar. He aprendido de forma poco ortodoxa, pero eso al final lo hace mío también. Todas estas pequeñas anécdotas que anteriormente fueron eventos que viví es lo que ha ido formándome y no lo cambiaría por nada a día de hoy.
Un pasaporte no debería de representar lo que eres o no, es un trozo de papel que dice que eres X porque tus padres decidieron que nacieras el día del parto en ese país, pero la identidad es una cosa muy distinta. No se puede basar solo en algo tan pequeño como “dónde estaba localizada la cama de hospital que tocaste primero”.
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Aunque soy de otros países, me siento similar. Mis padres son de dos países diferentes en Africa, nos mudábamos mucho cuando era niña y crecía la mayoría de mi vida en los EE.UU. Me siento que no puedo conectar completamente con cada de estes lugares pero al mismo tiempo, cada lugar me ha formado. Lo siento si tengo errores en mi mensaje; español no es mi primer idioma 🙏🏾
Creo que lo importante, por lo que veo de ti, es que has elegido ser de aquí. Cuando eliges dónde está tu casa es cuando sabes a dónde perteneces. 🫂