Comencé el Año Nuevo en la cama con mi churri viendo una película comiendo pimientos rellenos y pasteles que nos trajo mamá. No tenía ganas de celebrar que el calendario pasaba del 22 al 23, ni de una cena especial, ni de quedarme hasta las 00:00 despierta. No estaba triste, ni enfadada, ni en contra del evento; simplemente no me apetecía.
Es extraño que yo no tenga ganas de celebrar las cosas porque todo me hace ilusión, pero este año no ha sido así. Creo que soy solamente un 10% consciente de lo mucho que he cambiado desde que vivo en el pueblo, me imagino que en el futuro, con distancia, podré ver la evolución mucha más clara que ahora. Aquí en el pueblo todo, pero de verdad que todo, lo que he vivido hasta hora se ve de forma muy diferente y a veces me da dolor de cabeza tener que volver a aprender a vivir para que todo tenga coherencia estando aquí. Volviendo al Año Nuevo: es una celebración importante para el mundo entero y siempre lo había sido para mí también. Había una satisfacción muy grande en poder guardar la agenda del año anterior y comenzar una nueva llena de páginas en blanco. Había satisfacción en “dejar atrás” el año anterior y comenzar uno nuevo. Sentía que empezaba desde cero, que el 1 de enero marcaba un nuevo comienzo, nuevas oportunidades, una nueva vida. Este año he sentido cosas muy distintas.
Este año he sentido que desde el 31 de diciembre al 1 de enero nada cambiaba, he sentido que un número en un calendario no significa nada, he sentido que nunca comenzamos desde cero y que vivimos en una espiral que sigue expandiéndose hasta el día que nos muramos. He sentido que el Año Nuevo genera mucho estrés, mucha presión y muchas metas a largo plazo que a menudo hacen daño.
Vivir en el pueblo me ha enseñado que el calendario no significa nada. Cuando se plantan semillas en la tierra se mira en qué fase está la luna, cuando se recogen los puerros se espera hasta que se hayan helado y eso no lo marca el calendario; lo marca la naturaleza.
El hombre forma parte de la naturaleza, pero nos hemos alejado de ella y nos hemos metido en pisos de 30 metros cuadrados, en calles estrechas en el centro de Barcelona, donde no vemos ni una hierba mal nacida porque lo hemos llenado todo de hormigón y teja. El hombre forma parte de ciclos naturales que nos guían y nos marcan el ritmo de la vida y nosotros nos empeñamos en hacer las cosas de otra forma. Más rápido, más eficiente, más bonito, más perfecto, más estético, más limpio.
El Año Nuevo llega en pleno invierno cuando la naturaleza está pausada y descansando y los animales están escondidos del frío. Llega cuando no hay luz a partir de las 6 de la tarde y el monte está nevado. Llega cuando hay niebla y sientes presión en la cabeza.
El Año Nuevo llega a proponerme que cambie radicalmente mi forma de ser y vivir cuando más baja de ánimos estoy. Llega cuando la chimenea o la calefacción es lo único que me mantiene caliente, llega cuando no hay fruta ni verdura colorida y sabrosa, llega cuando no hay sol para darme energía o motivación, llega cuando me duele la cabeza de estar tres días viviendo entre nubes, llega cuando a las 8 de la mañana sigue siendo de noche, llega cuando tengo que ponerme tres capas de ropa… Llega cuando todos los seres está hibernando y necesitamos paz y calma. Introspección, pausa, tranquilidad, paciencia.
El Año Nuevo puede ser maravilloso para encontrar el momento perfecto para comenzar cosas que tenías pendientes. Le da satisfacción a nuestra mente humana empezarlo el primer mes de los doce que hay cada año. Da la sensación de que lo estás haciendo “desde el principio” y eso está genial. Si lo sientes, engánchate a ello y aprovecha la inercia que estás sintiendo con este nuevo año. Pero no te estreses, no te pidas cosas que no eres capaz de dar ahora mismo, no pidas productividad pura y dura, no te frustres cuando te entre el cansancio y la bajona. Date tiempo para preguntarte qué quieres conseguir durante estos próximos doce meses y no será menos válido comenzarlo a mediados de año. Date tiempo para tener sueño, no querer hacer deporte intensivo, para meditar y buscar la calma mental. Posiblemente tu año, a largo plazo, sea mejor si eres capaz de adaptarte a los ritmos de las estaciones sin exigirte y evaluar qué necesitas en cada momento.
En este momento yo siento mucha tristeza, siento emociones bloqueadas, siento frustración, siento que tengo cosas dentro de mí que necesitan mi atención y necesitan ser sanadas. Pero también hay días que siento mucha felicidad y ganas de hacer cosas, hago deporte intensivo y no me cuesta casi esfuerzo, me veo guapa y me siento sana y fuerte. Pero no todos los días son iguales e igual que vivo en un ciclo marcado por la naturaleza, tengo un ciclo interno como mujer que necesito aprender a escuchar.
Me doy permiso para sentir todas las emociones que surjan, me doy permiso para escuchar a mi cuerpo y darle lo que necesita, me doy permiso para ser muy poco productiva cuando el mundo a mi alrededor está empezando fuerte, me doy permiso para caminar en vez de correr.
Si sientes que es tu momento para acelerar, hazlo, te animo a que lo persigas. Pero si sientes que tus adentros te están pidiendo calma cuando lo “normal” ahora es echar a correr, que sepas que nos podemos sentar juntas hasta que encontremos el momento de correr, que llegará.