Estoy sentada en mi oficina-habitación (no sé lo que es) con la ventana abierta de par en par dejando que la luz inunde la habitación y mi escritorio donde escribo. Siento que el calor de verano se está yendo por como siente el aire. Está frío, pero al sol te sigues quemando.
Mi escritorio fue hecha a mano por mi fiel carpinteronovio, encima tengo cuadernos, auriculares, tres libros que son ensayos (me ha dado por aprender, será por la vuelta al cole), el bote de reishi, dos tazas de café vacías y muchos bolígrafos negros. La pena es que mis bolis favoritos del Muji se están gastando y aquí lo tengo jodido comprar más.
Llevo unas dos semanas (que se dice pronto, pero se me ha hecho largo) con ideas rayantes en la cabeza -por llamarlo de alguna forma- y por fin empiezo a ver la luz al final del túnel. Llevaba meses bastante tranquila hinchándome como un globo hasta que exploté y estaba casi casi desinflada, pero no del todo. He aprovechado el poco aire que me quedaba para buscar herramientas (que para mí son palabras escritas en muchas hojas de papel que juntas forman un libro) para poder escuchar lo que sienten y piensan otras personas y así, poco a poco, junto con lo que yo siento formar mi opinión o mi “solución” al tema rayante.
He pasado por bastantes “temas rayantes” para la edad que tengo y ahora tocaba otra. Estoy orgullosa de cómo lo estoy llevando y siento que le estoy cogiendo el truco a esto de digi-evolucionar con el tiempo. He de reconocer que antes sufría muchísimo con estas pajas mentales porque acababa en un pozo y me costaba la propia vida volver a llegar a la superficie. Soy una persona que se come la cabeza casi por gusto: le doy la vuelta a la situación mil veces cada vez planteándolo desde una perspectiva nueva, cambiando detalles grandes y minúsculos para analizarlo desde cada ángulo posible. Eso sí, una cosa es “overthink” por gusto y otra porque la ansiedad me come por dentro; la primera hasta me gusta porque aprendo y crezco como persona, la segunda me destroza y me da migrañas.
Esta vez, con este tema rayante el cual es: ¿soy una persona adulta? lo estoy llevando bien. He buscado herramientas para poder ampliar mi visión y me he topado con un libro que se llama “When I Grow Up: conversations with adults in search of adulthood” de Moya Sarner y déjame decirte que he dado en el clavo. Este libro me está partiendo la cabeza como una nuez, dejándome los sesos descubiertos mientras le da chispazos y las neuronas chillan de emoción. Lo estoy go-zan-do y no porque yo haya encontrado un libro que trate de todos los temas que me tienen sin dormir, sino porque siento que he encontrado la existencia de extraterrestres en un mundo habitado por humanos que se hacen los fuertes. Pues no. Existen otros humanos que tienen EXACTAMENTE los mismos temas rayantes en la cabeza que yo.
*Un pequeño disclaimer: No es que yo me crea ninguna filósofa con ideas increíbles y jamás pensadas. No. Me siento como un bicho raro que es demasiado sensible y tiene “hyper awareness” respecto a sus emociones y pensamientos que le llevan a rayarse y sentirse como una persona RARA, pero desde luego que no intento dar aires de la siguiente Freud.
Me ha hecho sentirme mucho más cómoda y tranquila saber que existe una persona llamada Moya Sarner que con 35 años sigue sin tener ni puta idea de qué es “ser adulta” y que ha entrevistado a muchas personas “adultas” para con suerte llegar a una conclusión. Las personas que entrevista en el libro tampoco lo tienen claro, nadie sabe lo que es ser adulta y yo tampoco. Eso ya me hace sentirme más tranquila y me da paz mental así que me siento agradecida. Dormiré un par de horitas más y no comeré tanto techo en la próxima semana.
Me voy por las ramas por la ilusión y aún siquiera he acabado el libro, lo que yo quiero expresar es que: en el mundo actual (a pesar de que la salud mental se esté visibilizando mucho) sigue habiendo mucha cultura de “hacerse el fuerte” y de que “aquí todo está bajo control y va viento en popa” cuando la REALIDAD es que todos estamos igual de genial además de igual de jodidos. Eso es lo primero que quería decir y lo segundo es que si POMELO puede servir para “algo” yo quiero que sea para que las personas que leen mis textos puedan ver que Emily está jodida, está feliz, es humana, le salen granos, llora muchísimo y además le encanta, baila fatal pero lo goza, canta Candy de ROSALÍA aunque no llegue a ese tono tan agudo, lee libros de “autoayuda” porque necesita ayudarse (mucho), echa de menos a sus amigas en este mundo hiper-conectado, se siente tremendamente sola y aislada en el campo, pero a su vez es capaz de ser feliz, buscar ilusión en todo y además contarlo aquí con miedo, pero con la esperanza de que a 1 sola persona le sirva de ayuda.
Cuando termine el libro y haya analizado más sobre la idea de “ser adulto” aprovecharé mi educación universitaria (no terminada) para escribir un buen texto sobre ello y liberarme de este tema que me tiene tan rayada.
Me apunto el libro porque también es uno de mis temas habituales: ¿por qué todos son adultos y hacen cosas de adultos y yo me siento como a los quince?