El día 31 de agosto fue uno de esos días que te guardas en el corazón mucho tiempo.
LAS MORAS
Sin expectativas y sin mucho plan salimos a pasear por “mis caminos” (es como llamamos a una zona de caminos de tierra cerca de casa porque es donde salgo a correr) a coger moras silvestres. Llevamos unos cuantos tuppers para luego hacer mermelada y acabó siendo como la escena de una película.
Coger moras es doloroso porque te pinchas SEGURO, pero merece mucho la pena. Caminábamos muy poco a poco disfrutando de estar al sol que hacía una temperatura súper agradable y después de un largo rato acabamos cerca del río en el que nos bañamos en verano. Me picaban mucho los brazos y las piernas de las ortigas entonces pensé “cuando termine de coger las moras de aquí [al lado del río], me quito los zapatos y me baño con la ropa” - al principio me decía a mí misma que estaba loca y que no lo hiciera, pero luego pensé que ¿qué coño importaba mojarme un pantalón ciclista y un top? Me metí al agua que estaba bastante fría, pero no tanto como otras veces y empecé a respirar y meditar en silencio sintiendo gratitud por la mañana tan bonita que habíamos vivido para terminar el mes.
Lo más guay llega ahora: mi churri se mete también en el agua y se tira a la parte más profunda sin decirme nada (no es mucho de bañarse él). Ahora, los dos en el agua, caminamos más hacia dentro y llegamos a una parte menos honda y más tranquila y adivina qué… estábamos rodeados de moreras con moras enormes colgando al alcance de la mano sin ortigas y casi sin pinchos. Estábamos de pie dentro del agua, con el sol calentando a través de las plantas que nos rodeaban y comiendo moras silvestres igual de grandes que las del supermercado. Nos sentamos los dos juntos en el agua y yo solo pensaba en lo afortunada que soy y en que ojalá los recuerdos se pudiesen guardar en una caja con la escena de ese instante en formato película junto con la emoción para volver a ello todas las veces que quisiera.
EL PUEBLO
Vivir en un pueblo de 50 habitantes tiene sus pros y sus contras, han ocurrido cosas que han hecho resplandecer los contras con mucha luz este mes, pero situaciones desagradables pueden ocurrir en un pueblo y en una ciudad. Dejando eso de lado, si mirase mi vida desde fuera vería que hay muchos más pros. El día 31 de agosto fue un gran recordatorio de porqué estoy aquí y qué me da la vida. Mi gente la llevo conmigo en el corazón y he aprendido a asimilar que nunca voy a tenerles cerca porque yo soy la primera que está todo el día cambiando de lugar, pero les llevo conmigo vaya donde vaya y eso me hace sentir en casa en todas partes. A pesar de no tener a muchas personas cerca y de tener una vida social más limitada aquí, la naturaleza me da la vida - me fascina, me enamora y me hace mucho bien.
Me fascina ver como cambia tanto el ambiente que me rodea con el cambio de las estaciones, como la tierra con agua y sol es capaz de darte tantos alimentos tan sabrosos y coloridos, como puede cambiar el tiempo de un día a otro y caer la mayor tormenta que has visto jamás en cuestión de cinco minutos, como pasear al sol rodeada de monte y silencio puede provocarte tantas cosquillas e incluso ganas de chillar y llorar, como las águilas vigilando el cielo pueden hacerte sentir tanto amor por un animal que nunca has visto de cerca…
Hay pros y contras en todas partes del planeta, pero si eliges un lugar que te aporte más cosas buenas que malas, las más feas se caen por su propio peso.
Me despido de agosto y del verano con buen sabor de boca y con nuevas lecciones aprendidas en la mochila. Si me das a elegir, me quedo con las cosas malas como aprendizajes y con las cosas bonitas y brillantes para tener un lugar feliz a donde volver siempre que quiera.