Mi idioma nativo es el inglés o al menos fue el idioma que oí desde el minuto que nací con mis padres y mi familia británica. Luego a los tres años o así, nos mudamos a Gales donde hablan galés (un idioma extrañísimo que solo se usa allí). Mis padres tuvieron la gran idea de matricularnos en el programa galés del colegio en vez del inglés y gracias a esto desarrollé un acento muy raro.
Mis primos (también ingleses) me hacían pronunciar palabras aleatorias para reirse de como hablaba. A pesar de oír y aprender en galés en el cole, mis padres nos hablaban en inglés siempre, así que supongo que por eso seguimos mejorando con el idioma. También veíamos los dibujitos y las pelis en inglés. Recuerdo aprender a escribir en inglés con un “ordenador portátil” de la Barbie, me lo ponía en el escritorio de mi habitación y ahí me sentaba yo, como una chica mayor, en realidad le copiaba a mi prima.
Ahora es cuando llega lo interesante: si no fuese suficiente cacao mental hablar inglés sin saber escribir ni leerlo, nos volvimos a mudar, pero esta vez a España. Mis abuelos, los pobres, estaban aterrorizados pensando que no íbamos a aprender el idioma nunca y que íbamos a convertirnos en unos inútiles tanto en inglés como en español. Mi padre en cambio, les decía que se tranquilizasen, que el cerebro de un niño es como una esponja y que eso nosotros lo aprenderíamos en un plis plas.
El primer día del colegio me dejaron en la entrada con las frases claves que llevábamos un mes ensayando en casa, eran las siguientes:
“Habla inglés?”
“No habla español” - este era el más usado
“Ola” - aprendí mucho después que iba con h.
“Clase tres B” - esto significaba que estaba en tercero B, el curso tercero y la clase, la B.
Mi hermano iba a infantil y yo primaria entonces mi madre le acompañó a él a clase, y a mi me dejaron quince minutos antes en la puerta del cole sola para que le diese tiempo llegar al otro cole para mi hermano. A esto añádele que mi madre decidió, sin preguntar, que el colegio tendría uniforme como todos los colegios ingleses. ¿Adivina qué? El mio no tenía, pero ahí estaba yo con mi polito blanco, con mis pantalones negros y zapatos de colegio, que percal. Me imagino que los profesores se preguntarían que quién era esta niña que había aparecido en el colegio, sin padres, sin poder comunicarse repitiendo como un loro “no habla español, clase tres B”. Recuerdo que la directora me llevó a su despacho y me hizo escribir mi nombre en un papel para buscarme en las listas de asistencia, al final me encontró y me llevó a mi nueva clase.
El asunto mejora, una pequeña Emily aparece ante su nueva clase con el uniforme del colegio inventado por su santa madre quince o veinte minutos más tarde con la directora. Todos los niños mirándome con esa intriga de “¡una niña nueva!”. Vivía en un pueblo bastante pequeño y no era lo más normal que alumnos nuevos llegasen, y encima sin saber hablar con nadie. Mi tutora era un amor, se llamaba Maribel y lo que me ayudó esa mujer no está escrito. Siempre me acordaré de ella, ayudó con que el trauma no impactara tan fuertemente como podría haberlo hecho.
Después de tres meses allí a diario hablando mediante señas, hice amigos y aprendí a hablar español. Mi familia dice que me costó unos tres meses, ni tan mal. Y aquí llevo ya diecisiete años. España es mi país y es mi hogar, pero como no tengo un DNI español, pues sigo siendo guiri. Cuando me preguntan de dónde soy, aún a día de hoy, me quedo pillada y contesto algo como “soy inglesa pero llevo muchos años en España” y siempre me contestan “pues hablas muy bien español, pareces andaluza” - eso es algo que me enorgullece. Vivir con un novio riojano durante más de cinco años ha diluido mi acento andaluz, pero sigue ahí, y te puedo cecear que te dejo flipando. Mi novio, tan riojano que es, parece francés o alemán cuando intenta decir “pisha”, yo en cambio… ;)
Esta pequeña historia de mis “orígenes” viene porque pronto es pascua en Inglaterra y hoy hemos ido a comer hot cross buns para que mi novio los probase. Son un pan brioche con pasas, naranja confitada y canela que se hornean y se comen tradicionalmente en estas fechas. Esto me ha recordado también a la canción infantil que cantábamos en el colegio de los hot cross buns (muy pegadiza por cierto) y me ha hecho sentirme nostálgica. He ido tirando del hilo y me he acordado de muchos recuerdos muy bonitos que tengo de mi país natal y también de algunas tradiciones ingleses.
Por muy española que me sienta, al final estas cosas forman parte de mi y me hacen ser quien soy. Me encanta tomarme un té con leche y dos cucharaditas de azúcar, me encanta comer beans on toast (alubias en salsa de tomate encima de tostadas), espero que el conejo de pascua me traiga un huevo de chocolate cada año y también tener un calendario de adviento cada diciembre (que por cierto en el 2004 no se podían comprar en España y teníamos que ir a Gibraltar al Morrisons). Los roast dinners siguen siendo la leche y a veces echo de menos vivir en la casa de mis padres para que me obliguen a comerme carne y verduras asadas en agosto a cuarenta grados a la sombra, y también he recuperado la costumbre de echarle mantequilla a todo.
Durante muchos años, creo que desde que empecé a darme cuenta de que era muy distinta a los demás niños en el cole, rechacé todo lo que pude la cultura inglesa que teníamos en casa. Me negaba a cenar a las siete y media de la tarde y les decía a mis padres que yo cenaba a las diez como una española, le pedí a mi madre que me empezara a echar aceite de oliva a mi bocata para la merienda en vez de mantequilla, empecé a ver la tele en español a pesar de estar traumatizada por Shin Chan, pedía Phoskitos en vez de galletas inglesas, empecé a escuchar a Daddy Yankee y a Porta en vez de cantantes ingleses…
Rechazaba mis raíces para poder encajar y dejar de ser “la guiri” pero siento que ahora, estoy volviendo a conectar con ese lado de mí que está tan olvidado y guardado en una caja perdida dentro de mi. Quiero acordarme de todo lo que hacíamos en Inglaterra, las canciones que cantábamos en el colegio, las cosas que hacíamos en la casa de mis abuelos y en la casa de mis padres, qué comida tradicional comíamos… Quiero recuperarlo y volver a quererlo, al final forma parte de mi por mucho tiempo que haya pasado en España. Quiero poder enseñarle a mi novio cosas de mi cultura, me hace ilusión recuperar a esa pequeña Emily guiri.
La próxima vez que veas que algún POMELO está en inglés y otro en español, sabrás que mi cerebro funciona 50/50 y depende del tema y del momento, que me saldrá en un idioma o en otro. A veces es difícil para mi frenar el flujo de pensamientos en inglés para escribirlo en español y viceversa. Reconozco que me expreso mil veces mejor en inglés y que el tono es muy diferente que cuando escribo en español, pero también soy yo y no quiero tener que limitarme. También podrás encontrar a veces fallos ortográficos porque se me va la olla con el género, pero prometo que siempre intento hacerlo lo mejor que pueda y que ahora, entendiendo un poco mi cerebro sándwich mixto, puedas reirte de los fallos de una guiri/española/andaluza.
Me encantó esta pequeña historia sobre tus orígenes, qué sigas poniendo tanta luz en tus escritos y que sigas siendo fiel a tu autenticidad❤️
Ay my little bikini! Luckily, as we grow older, we realise that these differences make us one of a kind