A veces por mucho self care, positivismo, reishi, deporte y skin care que incorporemos a nuestra rutina diaria, hay días donde estamos jodidos. Sientes que el mundo está en contra, todo te afecta más de la cuenta, no te salen las cosas y te persigue una nube gris por encima de la cabeza ¿y sabes qué? que no pasa nada.
Soy la primera en hablar de cómo manejar el estrés, de cómo quererse, de la importancia de buscar el bienestar, pero hay días en los que sientes como si darle la vuelta fuese una misión imposible.
Enero fue *mi mes*, estuve en la cima semana tras semana. Socialicé como nunca, me levantaba sin despertador a las 7:30 para empezar el día leyendo, me sentía cómoda con todos mis outfits diarios, leía muchísimo sin parar, tuve detox de redes sociales, me sentía en control y segura de mi misma… y llegó febrero acompañado de migrañas, dolores de cuello, miedo, vergüenza, incomodidad constante, problemas digestivos, apatía, cansancio y más de un día, una nube gris iba conmigo a todas partes. He llegado al punto de volver a descargarme la app co-star para ver si con eso al menos calculo donde van a venir las buenas y las malas rachas porque madre mía…
Escribo esto después de un día maravilloso. Fui con mi churri a dar un paseo por un parque, tomamos café en Origo (riquísimo por cierto), comimos empanadas argentinas, perritos calientes y nos reimos mucho juntos. Aún así noto que no he sido capaz de disfrutar como me hubiera gustado. Acepto y entiendo que no puedo estar al 100% siempre, eso sería un sueño perfecto, pero la vida ocurre y diariamente ocurren muchas cosas que nos hacen tambalear y eso también es vivir. No todo va a ser idílico y mágico. Estas rachas sirven al menos para darme cuenta de lo realmente bien que he estado el mes de enero y sentirme agradecida, cosa que siempre viene bien. También me sirven -las malas rachas- para fluir más y aprender a adaptarme al día a día. Los planes que ayer parecían ser perfectos puede que hoy no encajen, y no pasa nada.
Si fluyo, puedo descubrir y probar otros planes que probablemente no me hubiera planteado en otra situación, por ejemplo: cuando volví de Madrid hace un par de semanas me desperté ya en casa con una migraña bien fuerte. Me dolía hasta existir y decidí hacer algo que nunca había hecho antes: ir a un centro de masaje tailandés para “desbloquear” la migraña, y joder que si me la desbloquearon. Entré con lo que yo clasificaría como una migraña de un nivel 8 y salí después de 30 minutos con un dolor de nivel 1. Si ese día no me hubiera encontrado tan mal, nunca hubiera ido a aquel sitio y no hubiera descubierto esta técnica que me alivió tanto y que posiblemente pueda ser una buena herramienta para mantener las cefaleas lejos.
Soy una persona muy sensible y todo me suele afectar un poco más de lo “normal”. Sabiendo eso, intento mirarlo de forma positiva y pensar que ser tan sensible también me sirve para aprender y descubir cosas de mi misma. Si no sufriese de migrañas por tensión emocional, seguramente llevaría una vida distinta y vería todo de otra forma, cosa que es positiva y útil para mí. Esto es bonito pensarlo pero claro, siempre hay un lado no tan bonito y en mi caso es buscarle las cuatro patas el gato. En vez de aceptar que me encuentro mal y hacerle caso a mi cuerpo, me pongo a buscar los porqués del dolor: serán las hormonas, será que tengo contracturado el cuello, será que comí algo que me sentó mal, será que estoy estresada, será que no dormí bien, será que pasé demasiado tiempo con el ordenador, será que hace mucho que no medito, será que… cosa que no sirve para nada. Ahora pienso que hay que soltar las riendas y fluir. No hay que saber el porqué de todo, no lo voy a saber nunca. Lo único certero que puedo saber es que me encuentro mal, y no pasa nada.
Hoy el cielo está gris en Barcelona, ha estado haciendo el amago de llover todo el día, hace frío, el ambiente está cargado, yo me siento extraña, tengo sueño pero a la vez tengo la cabeza en mil proyectos que quiero hacer, no quiero hacer nada pero también quiero escribir y leer. Siento que mi mundo interior ahora mismo es un caos. Pero repito, no pasa nada.
Si febrero quiere ponerme a prueba, quiere hacer que sienta otras cosas que no sean felicidad y tranquilidad, bienvenidas sean. Fluiré, me adaptaré a lo que venga cada día y seguiré haciendo todo lo que esté en mis manos para intentar volver a estar en harmonía. He ventilado y limpiado la casa con palo santo, he lavado las sábanas, he ordenado mi espacio, me he lavado el pelo y me he puesto mi sudadera favorita, me he tomado un café riquísimo, he escrito este POMELO y luego me pondré los cascos y leeré el libro del Book Club en paz y bajando de marcha para darle tiempo a mi mente y cuerpo para fluir.
Estoy jodida y no.pasa.nada.
*Os habla Emily del futuro: editando y revisando este post antes de que se publique mañana, quería deciros que ayer estaba jodida y no fue el mejor sábado del mundo. En cambio, hoy ha sido un día realmente increíble. Ha salido el sol y he podido salir a la calle sin chaquetón, hemos ido churri y yo a un evento de puertas abiertas, comimos las mejores arepas de la historia en una cafetería venezolana, tomamos un flat white en la cafetería Orval y nos sentamos fuera donde daba el sol mientras leía mi libro, pude avanzar mucho con un nuevo proyecto de POMELO y he acabado la tarde con un curso online de escritura que me ha ayudado a aclararme. Es decir, ha sido un día antagónico y he podido disfrutar como nunca gracias a haber tenido un día tan 💩 ayer. Every cloud has a silver lining.
Feliz lunes ❤️🩹
EXTRAS
Esta es mi canción de fluir y de perderme:
Te recomiendo un libro:
Mi año de descanso y relajación; Ottessa Moshfegh
P.D: He creado un perfil de Instagram para POMELO donde comparto reflexiones, libros y fotos relacionadas con esta newsletter. Si estás interesado, te invito a que te pases por el perfil ❤️🩹
Muchas gracias por todo el apoyo ✨
Bravo y brava, pequeña XXX