189: Mi casa (yo) está en obras.
Parece que todas estamos tirando paredes abajo en nuestras casas.
Hace unas semanas me sentía perdida. Sentía que todo era monótono y que me había perdido dentro de mis rutinas. Llevaba mucho tiempo haciendo lo mismo y viviendo con el botón del autopiloto presionado. Avanzaba, ¿pero a costa de qué?
Hoy Ángela me ha dicho que le gusta verme trabajar desde sitios diferentes dentro de casa. Estoy constantemente creando mini espacios de oficina dentro de casa porque necesito sentir que las cosas cambian. Estos días he elegido trabajar desde un escritorio pequeño en el salón que he puesto delante de la puerta de vidrio que da al jardín. La luz es preciosa y cuando hace un poco de calor, siento cómo se calienta mi calcetín negro de lana.
En casa siempre estoy cambiando los muebles, organizando los libros, ordenando el armario, cambiando los botes de jabón de sitio en el baño. Estos pequeños cambios me refrescan el cerebro. Me encanta la sensación de ver paisajes diferentes y de crear espacios más pequeños dentro de espacios más grandes. Una casa se convierte en hogar cuando existen estos rincones especiales. Me encanta tener que romper los movimientos autómatas como ir a coger mi cepillo de dientes que siempre está en el lado derecho del lavabo y que mi mano se encuentre con un espacio vacío y tenga que recordar que ahora vive detrás en la estantería.
Me encanta hacer obras dentro del mundo que he construido. Mi amiga Vanessa ahora está de obras en su casa y le están quitando ahora el gotelé. Fantaseo con esa situación de convertir el espacio que ha adquirido de otra persona en su propio espacio a base de masilla. También pienso en mi amiga Alba que está cambiando la cocina de su casa y en lo que tiene que ser arrancar las tripas de una casa ajena para ponerle un corazón nuevo diseñado al milímetro por ti para ti. Pienso en las obras que estoy haciendo yo en mi vida y en cómo no son físicas, pero igual de reales.
No soy la única que está sometiéndose a cambios ahora mismo. A mi alrededor hay más personas que están surfeando la misma ola u otra parecida dentro del mismo mar. No sé si será la edad o si serán los astros que nos están guiando. No necesito tampoco la respuesta, pero veo que somos muchas personas las que tenemos nuestras casas en obras.
En mi casa no hay obreros, ni hay albañiles, ni carpinteros. No hay psicólogas, ni psiquiatras, ni coaches. Estoy yo, y están los libros, mi novio y mis amigas. Están mi newsletter, mi agenda, mis crucigramas y mis siestas. Están mis ratos a solas, el gato de los vecinos, los árboles y las mantas en el césped. Están los paseos en bici al lago, los ratos de silencio en el coche y los paseos por el campo.
Estoy en una fase de cambios, de construcción, de creación y eso significa que estoy también en fase de destrucción y de eliminación. Vanessa está borrando el gotelé y yo estoy borrando mis patrones antiguos. Alba está deshaciéndose de la cocina y yo estoy deshaciéndome de antiguos hábitos. Toda creación trae destrucción, las dos cosas van de la mano y no pueden existir por separado.
Yo buscaba cambios porque estaba estancada y perdida. Sentía que la vida se me escapaba y yo seguía sedada. Hacía lo mismo y obtenía los mismos resultados. La monotonía me mataba lentamente y decidí que era hora de cambiar el home office de sitio, de cambiar mi cocina, de pintar mis paredes, de cambiar el suelo, de mover los muebles; y eso me ha liberado.
Se ha abierto ante mí un mundo nuevo lleno de sensaciones nuevas que me hacen sentir bien, pero por otro lado, no puedo dejar de ver lo que he destruido. Quitar gotelé genera polvo, quitar cocinas crea capazos llenos de azulejos rotos, quitar el suelo crea montañas de moqueta deshilachada. Romper patrones mentales también te deja con sobras que se tienen que eliminar de alguna forma, y en eso estoy. No puedo aspirar ni barrer el polvo porque no sé en qué esquinas de mi mente se esconde. No puedo cargar con los capazos al contenedor porque no sé de dónde son los azulejos que he roto. No puedo cargar la moqueta a la furgoneta para tirarlo porque no sé de qué habitación lo he arrancado.
No sé cuáles son los restos que están flotando por mi cuerpo, no sé si las creencias y los hábitos se desvanecen como el vapor de la ducha al abrir la ventana. No sé a dónde van estas cosas cuando se cambian. Ni siquiera sé si van y desaparecen por completo o si estos restos se quedan circulando por nuestra sangre y por nuestras conexiones neuronales toda la vida. Quizás se van a otra parte del cerebro que no se usa tanto a esperar a volver a su sitio cuando otra cosa se rompa y se cambie. Quizás siempre forman parte de nosotros y por eso hay personas que te tocan los botones perfectos para sacar esas ruinas a la luz. Quizás somos todos restos de los muros que hemos tirado abajo, de los azulejos que hemos arrancado y del gotelé que hemos tapado. Quizás nunca desaparecen los restos y por eso tenemos que vivir siempre luchando por romper los hábitos y por llegar a esos veintiun días en los que milagrosamente nuestro cerebro se supone que acepta su nueva realidad.
Son muchos quizáses y yo tengo muchas preguntas, pero por ahora me siento bien estando en obras y creando nuevos espacios mentales en los que se vive mejor y con más tranquilidad.
mi falda nueva y yo nos despedimos de ti con un abracito.
jo amiga, luego te comento todas las reflexiones que he hecho sobre las reformas, porque son literalmente aprendizajes de la vida
wow, que facilidad ha tenido este texto para hacer reflexionar a uno!! yo ya que tenia suficiente con un pajarito (un mirlo) que no para de comerse los gusanos de mi huerto!! lo que me suele ayudar en esos momentos de tanta confusión es cambiar totalmente la rutina unos días, o coger la mochila y pasar unas noches solo acampando o ir a una nueva ciudad, quedarme en un hostal y perderme entre la gente... depende del mood!! luego vuelves mas ligera... saludos!! (y ten cuidado con los mirlos, no son buenos pajaritos!!)