184. Pienso en las relaciones hija-padre, en la escritura, en las bodas, en la lluvia constante y en escribir para otros.
Cinco temas que rondan mi cabeza y trece libros que tratan de los cinco temas que rondan mi cabeza.
Mis pensamientos normalmente son cadenas largas que pueden avanzar infinitamente, pero últimamente noto que se rompen antes de formar una historia completa. Siento que me quedo a medias y que no consigo profundizar. Tengo buenas ideas y a veces incluso siento que si rasco, encontraré oro, pero no estoy sabiendo ni cómo ni dónde rascar dejándome con una constante sensación de quiero, pero no puedo.
Mis ideas son volátiles. Son ráfagas que se sienten como pequeñas explosiones de inspiración que caen por su propio peso dejándome con las manos vacías. En vez de luchar contra mí misma y forzarme a escarbar, voy a darme permiso para quedarme a medias.
Uno:
Pienso en el día del padre y en cómo debe ser para Mamá, que nunca conoció al suyo. Veo su historia de WhatsApp y en ella, un hombre que se parece a mi novio. Veo un hombre que fue el Jesús de la Yaya y quien le dio nombre a mi Jesús. Sus dos Jesuses. Veo esta foto y me imagino a mamá viviendo su relación con él a través de imágenes en blanco y en negro tomadas por otras personas. Es increíble pensar que la imagen mental de su padre existe de forma limitada según las fotos que tiene o le van llegando a lo largo de los años. Aún así es capaz de amarle y sé que se siente orgullosa de ser su hija. Mamá tiene muchas cosas que enseñarme. Esto me lleva a pensar en mi padre y en lo tumultuosa que ha sido mi relación con él y en cómo hemos llegado a buen puerto recientemente gracias a la madurez, la terapia y los libros. También gracias a su pareja que es un ángel, todo hay que decirlo. Pienso en las personas que tienen un padre con el que no se hablan porque él no sabe ser padre y ellos se han cansado de ser hijos y padres, pero por lo menos saben quiénes son y cómo son esas personas que supuestamente forman parte de su genética. Eligen sabiendo lo que hay. Quiero profundizar más, pero la cadena se rompe aquí.
Dos:
Pienso en escribir y me vienen ideas como fuegos artificiales, pero no sé cómo bucear entre esas ideas, cómo reflexionar ni cómo sacar conclusiones. No sé cómo acceder a mi mundo interior. Siento que nado en la superficie y que las profundidades, donde suelo sentirme más cómoda, no me dejan entrar. Hay una puerta cerrada con llave que no consigo ni siquiera localizar. No la veo entonces no puedo intentar abrirla. Empiezo a sentir pánico, a pensar que me quedaré sin aire, en que me ahogaré aquí en la orilla antes de encontrar lo que estoy buscando. Una ola fuerte me golpea y me devuelve a la realidad. Me repito que esto ya me ha pasado, que he estado aquí antes, que esta sensación y yo somos viejas amigas y nos conocemos bien. Sé que es pasajero y que volveré a encontrar el manojo de llaves que abre todas las puertas y que mi cuerpo recordará exactamente dónde está cada puerta y adónde lleva. Me recuerdo que si pienso en mi DNI o en mi número de teléfono por cachos tampoco sé cantarlo de memoria. Son cosas que solo sé hacer de golpe, sin pensar. Y si sigo obsesionándome con las puertas que no veo, nunca aparecerán.
Tres:
Pienso en las bodas porque mi prima se acaba de casar y mi madre me ha mandado fotos por WhatsApp. Mientras friego los platos, dejo que mi mente se lance por el tobogán del ¿y si…? Ya sabes, el tobogán de ¿Y si me caso yo? ¿Cómo sería mi boda? ¿A quién invitaría? ¿Qué vestiría? ¿Son todos los vestidos muy caros? ¿Dónde lo celebraría? ¿Cuándo lo haría? ¿Sería caro? ¿Sería divertido? ¿Me gustaría? Y cuando llego al final del tobogán, sin respuestas y sin más preguntas, me doy cuenta de que en realidad sería un desastre y que yo no quiero casarme. No quiero casarme porque soy capaz de pensar en la realidad en lugar de en el sueño romántico—algo útil, aunque implique destruir los sueños de la infancia. Yo no quiero casarme porque sé lo que ocurriría al juntar a mis padres divorciados, mi hermano y la pareja nueva en una misma habitación. Sé lo que pasaría si juntase a los padres separados de mi novio con mi cuñado en una habitación. Sé lo que pasaría cuando todas estas personas fragmentadas, que no hablan un idioma común, se viesen los unos frente a los otros sonriendo incómodamente mientras yo les observo desde la lejanía. Sé que preferiría que la tierra me tragase entera antes que caminar delante de otras personas con un vestido de boda y repetir palabras que no comprendo del todo ante un desconocido con el poder de declararnos casados. Sé que no querría comer nada después de la ceremonia o mejor dicho, después de tremenda trauma, entonces ¿para qué? la mejor parte siempre es la comida. Quizás es que yo sea demasiado realista como para poder creer en otra cosa más romántica y bonita. Quizás es porque aún no he encontrado la forma de casarme en secreto en medio del monte rodeada de vacas, cabras y ovejas sin tantas palabras complicadas que nadie entiende. Quizás pueda cambiar esas palabras típicas que todos debemos recitar por ley por otras, como graznidos de animales que me harían reír y significarían lo mismo que esas palabras obligatorias. Quizás así sí que me casaría.
Cuatro:
Pienso en la primavera y en el sol. He echado mucho de menos el sol porque vivo (como dice todo el mundo) “a tomar por culo” donde hace “un frío del carajo”. No es que viva en Islandia ni en la cima de una montaña altísima. Yo vivo en un sitio muy normal, pero que en mis ojos es precioso, donde llueve veinticinco de los treinta días del mes. Nací en Gran Bretaña, donde el habitante común saca las sandalias y el pantalón corto los días que superan los trece grados. Gran Bretaña también es el lugar donde el tema de conversación principal es sobre el tiempo atmosférico: It’s warm here today. It’s cold here today. It’s chucking it down today. It’s freezing here today. Llevo huyendo de esta conversación y de esta personalidad desde 2005, pero ahora me he convertido en alguien que solo sabe hablar del tiempo y que saca el pantalón corto para cinco minutos de sol que ni siquiera calienta. El clima de este lugar domina mi vida, reina mi pensamiento y dicta mi humor. Me pillo contestando los WhatsApps de “¿Tú cómo estás?” con “Bien!! Hace sol aquí hoy, entonces…” y me doy cuenta de que soy igual que mis antepasados británicos. Rápidamente borro esas palabras e intento pensar en cómo contestar sin tener en cuenta el tiempo, pero me doy cuenta de que no puedo. Ya no existo fuera de este ciclo vicioso, parece que estoy atrapada en un huracán. De nuevo, comparaciones con el tiempo.
Cinco:
Por último, pienso en escribir. Pienso en que hoy he escrito (yuhu!) y que he conseguido pasármelo bien. He conseguido hacer lo que más me divierte y me digo que eso es lo que importa. Mentiría si te dijese que no descarto algunos temas que me parecen divertidos por miedo a que nadie los lea. Mentiría si dijese que escribir en español es lo mismo que escribir en inglés. Mentiría si dijese que no pienso en las casi casi casi dos mil personas a las que les llega esta carta cada lunes, juzgándola al verla incluso sin leerla. Mentiría si dijese que no siento la presión, que no siento que tengo que escribir lo mejor que he escrito jamás cada semana y que no me he atrofiado por tanta tensión y miedo. Mentiría si dijese que no me da miedo escribir mal y no ser buena. Mentiría si dijese que muchas veces escribo para ti y no para mí. Pero hoy he escrito para mí y me siento bien. Gracias a esto, puedo volver a sentir la sangre moverse por mis venas y mi centro energético girar en una espiral creciente infinita. Mentiría si dijese que no me gusta perderme para volver a encontrarme. Me encanta buscarme y volver a encontrarme aquí, de todos los lugares posibles, entre palabras, líneas y párrafos, incluso si solo es a través de cinco párrafos sueltos.
Gracias por estar y enseñarme que estáis,
Love, Emily.
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brillante
me ha encantado :)