Cuando eras pequeña empezaron a preguntarte “¿tú qué quieres ser de mayor?” y no han parado de repetírtelo toda tu vida. Esto puede ser parte de la razón por la que sentimos la necesidad de ponernos tantas etiquetas y nos pasamos media vida buscando cuál es nuestra etiqueta: “soy escritora, soy ingeniera, soy abogado, soy cocinera, soy profesor…”. Con el tiempo veo cada vez más claro que no somos solamente las etiquetas que nos ponemos sino que somos mucho más que eso. Tenemos un mundo interno tan profundo y tan potente que el día que cada uno de nosotros despertemos, seremos realmente imparables e indomables. Ponernos etiquetas y limitarnos a creer que somos nuestro trabajo y que la vida adulta se resume en eso es auto-empequeñecerse y cerrarse a muchas otras cosas.
Trabajar para vivir no es lo mismo que vivir para trabajar, no se acerca ni siquiera. Cuando una persona entiende quién es y tiene claro qué cosas le apasionan y le hacen feliz cada día, es capaz de mover el mundo. Lo malo es que cada uno de nosotros se piensa que esto es un cliché que queda reservado para el cine y los libros de autoayuda, pero lo cierto es que es verdad.
Y esta verdad se aplica para todos.
“La milonga”, como lo he nombrado y mencionado en el post número 13, también influye aquí, en la idea de que el trabajo es algo fundamental y necesario en la vida. Y en parte lo es, debido al sistema en el que estamos viviendo. Sin un trabajo no pagas el alquiler, el coche, el gas, el móvil, la ropa, el Netflix, la electricidad, y un largo etc. Pero aquellos que realmente viven la vida fuera de la rueda de hámster del sistema necesitan el dinero, pero de una manera totalmente distinta.
Personalmente tengo el poder de decir que soy afortunada y no suerte, poder. Porque el poder me lo he ganado yo trabajando y esforzándome. Soy afortunada porque tengo dinero y puedo vivir dentro del sistema establecido, pero cada día que paso en el centro de esta ciudad enorme, me doy cuenta de que no soy tan afortunada como quisiera y me faltan cosas muy necesarias como por ejemplo poder ver el amanecer y el atardecer, poder oír árboles moverse con el viento, poder oír los pájaros cantar, poder sentir tierra, rocas, arena y césped bajo mis pies, tener espacio para hacer cualquier cosa que quiera cuando quiera, apreciar el silencio… Son cosas que el ser humano hoy en día no valoramos porque nos hemos enredado tan profundamente en cosas banales que dejamos de lado necesidades básicas de nuestros orígenes.
En vez de despertarnos con el sol nos despertamos de golpe y susto con la alarma de un teléfono móvil, en vez de llevar una dieta sana nos atiborramos a azúcar y comida de baja calidad, en vez de pasear por la naturaleza y meditar para relajarnos y centrarnos en el ahora tomamos suplementos de magnesio y ashwagandha…
Las cosas son mucho más sencillas y asequibles de lo que nos creemos pero hace falta apagar los móviles y las televisiones, salir de las ciudades y las tiendas a estar en la naturaleza, rodearte de personas que te aporten cosas positivas y te inspiren a ser una mejor versión de ti, no pasar el día entero sentado y tumbado, y conversar un poco más con esa voz interior que habla desde la intuición.
No hace falta convertirte en granjera ni cabrera para vivir una vida más sencilla, saludable, feliz y real sino que hace falta observar la sociedad y las vidas que estamos llevando y preguntarse si esto realmente es vivir.
Yo estoy empezando a dudar…