Hoy en día está muy de moda que nosotros, los jóvenes, nos pongamos etiquetas de lo que somos cuando en realidad no somos “nada”.
Me explico, no es que no seamos nada porque eso no es verdad, somos mucho y valemos mucho. Pero por mucho que yo escriba, estudie una carrera de filología, tenga una newsletter y me esté formando en el mundo de la escritura; no soy escritora. Al menos aún no, quizás algún día lo sea, pero aún no.
Sé bastante de técnicas narrativas, disfruto leyendo y paso muchas horas de mi día escribiendo y leyendo pero no sé suficiente de “nada” aún para poder decir firmemente que soy escritora. Desde mi humilde punto de vista, creo que tengo que saber mucho más sobre la escritura además del mundo de la edición, ventas de libros, distribución… no sé ni nombrar el qué necesito saber exactamente aún, pero lo que sí puedo confirmar es que no sé suficiente y no estoy preparada para lanzar una novela al mundo.
Igual que yo no soy escritora, creo que hay un fenómeno que ocurre muy a menudo en el mundo de los creativos y artistas y es que, nos ponemos etiquetas de cosas que no nos pertenecen (aún). Con a penas 20 o 25 años no podemos ser expertos en nada, ni tenemos conocimiento ni experiencia suficiente como para ser: diseñadores, escritores, estilistas, directores creativos, fotógrafos, poetas, carpinteros o sastres. Podemos ser todos artistas o creativos porque forma parte de nuestra personalidad, pero no podemos ni debemos ponernos estas etiquetas tan a la ligera porque realmente no lo somos y también puede ser muy dañino para nuestra salud mental. Porque estamos en una lucha constante entre lo que se supone que somos y lo que realmente somos. Hace falta dedicarle a tu arte y oficio muchísimas horas para ser experto en ello y poder enfrentarte a cualquier situación y pregunta. En Japón para ser herrero (swordsmith) necesitas formarte con un sensei a diario durante 5 años trabajando muy duro y superar una serie de pruebas hasta que se te concede el título autorizado por ley para poder practicar esa arte tan sagrada y cuidada. No se aprende a ser un herrero yendo a clases en un aula estudiando de un libro y luego graduándote. Se llega a ser herrero tras horas y horas de errores y de práctica. Llegar a dominar un arte puede llegar a tardar media vida o una vida entera, y los secretos del oficio los sabe el sensei que lleva andando por ese camino centrado en su formación año sí y año también.
Con esto no quiero decir que nadie es nada y que somos todos unos impostores y falsos, no. Quiero traer un respiro de aire fresco donde se respire tranquilidad y paz en el mundo del arte, por tener un título no vas a ser mejor compositor que alguien que lleva dedicándole 10 años a la música, por ser amante de una serie de baile y por verte todos los documentales de Netflix sobre el ballet no eres bailarín y por escribir una newsletter no eres escritora. Eres tu mismo, un individuo luchando por sus sueños y formándose en lo necesario para cada día, estar más cerca a ser [X].
No vayamos tan deprisa y no nos obsesionamos en “ser cosas” sino en ser nosotros mismos con una ilusión de llegar a ser algo, el camino es muy largo y es una carrera de fondo.
Total, si llegases a la meta mañana, ¿seguirías entrenando todos los días con las mismas ganas?
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See you on Monday,
Ejjjjjjhd.